“La sabiduría no es producto de la escolarización sino del intento de toda una vida para adquirirla”, dijo en una ocasión el gran físico alemán Albert Einstein. Y sabía muy bien de lo que hablaba. Porque cuando se trata de aprender de verdad y prepararse para la vida no basta con cursar una lista de asignaturas y/o dominar un contenido específico. También es necesario aprender a pensar críticamente, abrir la mente más allá de los límites establecidos y despertar la conciencia.
Una manera de comprender el aprendizaje que recupera la educación con propósito donde el aprendiz deja de ser una mente moldeable a voluntad de los educadores y la sociedad para convertirse en una persona consciente, libre y autodeterminada. Porque, a fin de cuentas, como dijo el filósofo griego Epicteto: “Solo las personas educadas son libres”.
¿Qué distingue, y qué no, al aprendiz en la educación con propósito?
En la educación con propósito el término aprendiz no se limita solo al estudiante, sino también a toda persona que se instruye y/o aprende de manera activa, consciente y libre a lo largo de su vida. En otras palabras, se refiere a cualquier individuo comprometido con su aprendizaje, ya sea un alumno de bachillerato o un universitario, un filántropo o un joven trabajador interesado en potenciar su crecimiento personal.
A diferencia del clásico papel pasivo del alumno en la educación convencional que termina convirtiéndose en un reservorio de ideas y opiniones ajenas, en la educación con propósito es el aprendiz quien elige libremente los conocimientos que enriquecen su propósito y quien va dando forma a su propia visión del mundo. Es su responsabilidad escupir poco a poco su proceso de aprendizaje para adaptarlo a sus intereses, necesidades y metas.
Su función no se limita a asimilar contenido como una mente en blanco, sino que va un paso más allá porque le confiere un sentido personal al conocimiento para integrarlo en su saber. Para ello, no solo recurre al pensamiento crítico, sino también a un profundo proceso reflexivo que es el que le permite tener esos insights que son los que, en última instancia, le ayudan a comprender mejor la realidad y a encajar cada gota de sabiduría en su cosmovisión del mundo.
Es consciente de que el conocimiento no se limita al ámbito académico, de ahí que se da a la tarea de encontrar el aprendizaje que esconde cada experiencia. Sabe que la sabiduría va mucho más allá de ser un experto en un área determinada, por lo que no cierra su mente a ningún contenido, por intrascendente que parezca. De hecho, sale en busca de esas pequeñas enseñanzas que a menudo pasan inadvertidas ante los ojos de los demás.
Así son los aprendices en la educación con propósito
A los aprendices en la educación con propósito no solo les distingue su actitud y su manera de comprender el aprendizaje, sino que comparten una serie de características que son las que, en última instancia, les ayudan a abrazar el conocimiento y a crecer personal y profesionalmente.
¿Qué cualidades comparten los aprendices en la educación con propósito?
- Confían en su propio potencial
Si algo caracteriza a los aprendices en la educación con propósito es su gran autoconocimiento. Desde bien jóvenes aprenden la importancia de conectar consigo mismos y esto les permite ser conscientes de sus debilidades, pero también de sus fortalezas. Saben que tienen un talento propio y que, tarde o temprano, terminará emergiendo y, por tanto, se enfocan en sacar a la luz su mejor versión.
- Son conscientes de su singularidad
En la educación con propósito los aprendices abrazan su singularidad. Son conscientes de que cada persona es única e irrepetible y que cada uno tiene un valor especial. No se consideran mejor o peor que el resto, saben que es posible aprender valiosas enseñanzas de las personas menos esperadas. Asimismo, evitan compararse. Con el tiempo aprenden que cada individuo tiene su propio propósito y se traza su propio camino.
- Son curiosos por naturaleza
Los aprendices también se distinguen por ser muy curiosos. Les gusta descubrir nuevos conocimientos y vivir distintas experiencias. No se quedan en la superficialidad de los contenidos, sino que van un paso más allá. Quieren conocer las causas y consecuencias de los fenómenos. No se conforman con explicaciones banales o insuficientes.
- Poseen una motivación intrínseca para aprender
Si bien en un principio los aprendices pueden encontrar inspiración en sus mentores o la sociedad, a medida que ganan madurez su motor impulsor cobra vida dentro de ellos mismos. No aprenden por obligación, porque es lo que deben hacer o porque los instan sus padres, lo hacen porque sienten la necesidad de crecer personal y profesionalmente. Aprenden porque con ello se sienten más sabios, más independientes, más libres.
- Protagonizan su propio aprendizaje
En la educación con propósito los aprendices se convierten en los protagonistas de su propio crecimiento. No solo tienen un papel activo, sino que toman las riendas de su aprendizaje decidiendo qué y cómo quieren aprender. Son ellos quienes eligen los contenidos en los que profundizan, los conocimientos esenciales para su desarrollo y las técnicas de estudio que mejor les funcionan. También deciden cuánto tiempo dedican al aprendizaje y las fuentes de conocimiento que consultan.
- Valoran cada aprendizaje
Otra de las cualidades que distinguen a los aprendices es su habilidad para reconocer el valor de cada aprendizaje, por insignificante que parezca. Saben que a través de los libros pueden aprender lecciones invaluables, pero también son conscientes de la sabiduría que encierra el consejo de un anciano o la experiencia de vida transmitida por esa persona que acaban de conocer. Asimismo, son capaces de reconocer los aprendizajes que encierra la vida en la naturaleza, las opiniones divergentes o las costumbres de otras culturas. Saben ver lo que para los demás suele pasar desapercibido.
- Desarrollan su pensamiento crítico
Desconfío, luego existo. Es una de las máximas de los aprendices en la educación con propósito. Esto ya que son conscientes de la importancia de tener un pensamiento crítico que les permita analizar y evaluar cada razonamiento antes de aceptarlo. No se fían ciegamente de la información, incluso aunque provenga de fuentes confiables. Aprenden a dudar de todo, incluso de sus ideas o de las creencias que la sociedad asume como verdaderas. Ponen en tela de juicio incluso sus propios conocimientos porque saben que ninguna verdad es absoluta.
- Confieren siempre un sentido al aprendizaje
Los aprendices no consumen información de manera automática para “llenar su mente”. Dedican tiempo a reflexionar sobre cada nuevo aprendizaje y le confieren un significado propio que no solo les permite dar sentido a cada contenido sino integrarlo a su sistema de conocimientos previos. De esta manera, utilizan sus aprendizajes para enriquecer su cosmovisión del mundo, a la vez que son capaces de ponerlos a su servicio cotidiano.
- Están siempre abiertos a aprender
Si hay algo que distingue a los aprendices en la educación con propósito es su apertura al conocimiento. Son conscientes de que de las experiencias más insospechadas pueden brotar valiosas lecciones, por lo que no se cierran a abrazar ningún aprendizaje. Incluso si se trata de contenidos que no están relacionados con su propósito educativo, saben que cualquier nuevo aprendizaje puede enriquecer su cosmovisión del mundo y, por tanto, no cierran la puerta al conocimiento.
- Les gusta pensar fuera de la caja
Los aprendices no solo se caracterizan por fomentar su pensamiento crítico, sino también su creatividad e imaginación. Son conscientes de que la vida está en constante cambio y que cada nuevo problema requiere una nueva solución. Por eso, se animan a pensar fuera de la caja, a romper con los estereotipos establecidos e imaginar escenarios diferentes a los que conocen. Disfrutan buscando nuevos usos o modos de aplicar el conocimiento.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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