En épocas pasadas, cuando el acceso a la información era escaso y las oportunidades de estudiar reducidas, la educación tenía un objetivo claro: llenar la mente de los más jóvenes con conocimientos al alcance de unos pocos.
Sin embargo, hoy la realidad ha cambiado. La mayoría de las personas tenemos acceso a cantidades ingentes de información con tan solo un clic y contamos con numerosas oportunidades para estudiar, ya sea dentro del sistema educativo o de manera autodidacta.
Y esto, definitivamente ha cambiado la manera en la que entendemos la educación y ha dado pie a un nuevo paradigma, a una nueva manera de entender el proceso de enseñanza y aprendizaje: la educación con propósito.
¿Cuál es el objetivo de la educación con propósito? A diferencia de la educación tradicional, la educación con propósito se centra en inspirar a las personas a pensar y reflexionar, comprender el mundo que les rodea, esculpir su propio camino y contribuir activamente en su crecimiento. Y, para ello, se basa en tres pilares fundamentales: el despertar de la conciencia, el desarrollo del pensamiento crítico y la toma de decisiones consciente.
Despertar de la conciencia: La chispa del insight
Uno de los principales objetivos de la educación con propósito consiste en despertar la conciencia de los aprendices. Explicado de manera sencilla, implica que los estudiantes sean capaces de utilizar el conocimiento para crecer y convertirse en personas libres, auténticas y autodeterminadas, capaces de pensar por ellos mismos y de esculpir su propio camino.
Por supuesto, esto no se limita a transmitir conocimientos de valor, sino que conlleva animar a los más jóvenes a cuestionar los estereotipos establecidos, a explorar sus propias creencias y valores y a reconocer las complejas interconexiones del mundo que les rodea para que alcancen una comprensión profunda del aprendizaje, del mundo y de ellos mismos. Implica motivarlos a conferir un sentido al conocimiento y a abrazar esos insights en los que todo cobra sentido en sus mentes porque es el momento en el que realmente aprenden y crecen como personas.
Y para ello, la educación con propósito no solo promueve la curiosidad, la exploración y el criticismo sino también un ambiente educativo en el que los estudiantes se sientan seguros para expresar sus ideas, para desafiar lo convencional y para buscar respuestas a sus propias preguntas. Solo así es posible que sean capaces de reflexionar sobre sus experiencias, analizar profundamente el conocimiento y comprender los complejos fenónemos que tienen lugar en su entorno.
Desarrollo del pensamiento crítico: La habilidad de navegar en la complejidad
Otro objetivo de la educación con propósito consiste en desarrollar el pensamiento crítico. Una habilidad que permite a los aprendices analizar la información de manera objetiva, identificar los sesgos en su entorno y formular sus propios juicios basados en la evidencia y/o la interpretación que confieren al conocimiento.
Y es que, en este marco, desarrollar el pensamiento crítico va mucho más allá de la simple memorización y repetición de contenidos, implica cuestionar, investigar, comparar y evaluar diferentes perspectivas, poner en entredicho todo lo que aprendemos y cuestionar nuestras propias verdades. Por eso, la educación con propósito anima a los estudiantes a analizar críticamente todo el conocimiento, a no conformarse con las respuestas fáciles y a ser escépticos ante la información que se les presenta.
Para ello, promueve actividades en las que se requiera solucionar problemas, analizar casos y/o participar en debates donde confluyan diferentes puntos de vista e interpretaciones de un mismo contenido. Y, sobre todo, enseña a los estudiantes a identificar los diferentes puntos de vista de un argumento, a evaluar la validez de las pruebas y a construir sus propios razonamientos.
Esto además de animarlos a ser conscientes de sus propios procesos de pensamiento, a reconocer sus sesgos y a estar abiertos a cambiar de opinión aceptando que no existen verdades absolutas. Una manera de enseñarles a navegar en la complejidad del mundo actual y no dejarse llevar por la manipulación del entorno.
Toma de decisiones consciente: La responsabilidad de elegir
El tercer gran objetivo de la educación con propósito consiste en fomentar una toma de decisión consciente en los aprendices. Una habilidad que no solo les permite elegir su propio camino manera informada y responsable, teniendo en cuenta las consecuencias de sus acciones, sino que también les brinda la oportunidad de convertirse en personas libres y autodeterminadas.
Y es que más allá de entrenar la capacidad de elegir, la toma de decisiones consciente es un ejercicio de autodescubrimiento y autoafirmación que también implica reflexionar sobre los propios valores y prioridades, evaluar las diferentes opciones disponibles y considerar los posibles resultados de cada elección. Una manera de animar a los estudiantes a ser proactivos y a tomar las riendas de su propio aprendizaje para no dejar que las circunstancias dicten su futuro.
Por eso, la educación con propósito enseña a los aprendices a ser responsables de sus decisiones, a asumir las consecuencias de sus actos y a aprender de sus errores. Porque, al fin y al cabo, una toma de decisiones consciente no deja de ser un proceso continuo de aprendizaje y de crecimiento personal que les permite a las personas desarrollar su autonomía, su autoconfianza y su libertad de pensamiento.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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