¿Alguna vez te has preguntado qué es para ti la educación?
¿Has reflexionado sobre por qué es importante aprender?
¿Te has cuestionado el verdadero objetivo de la enseñanza?
Si eres como la gran mayoría de las personas, es probable que no hayas pensado nunca en ello. Y, si lo hicieses en este preciso instante, lo más común sería que relacionases la educación con la asimilación de contenidos o, en el mejor de los casos, con la inteligencia o las habilidades cognitivas.
No te culpo por tener una idea tan reduccionista de la educación. Tanto tú como yo hemos crecido en una sociedad que, desde hace ya muchas generaciones, se ha centrado en el aspecto más “práctico” de la educación para crear un sistema de aprendizaje en cadena que adapta al estudiante a la enseñanza, en lugar de la enseñanza al estudiante. Sin embargo, lo cierto es que la educación va, o al menos debería ir, mucho más allá.
La educación como herramienta de desarrollo personal
La educación, al menos como la concibieron los antiguos griegos, no se limita a la simple acumulación de conocimiento o al entrenamiento de habilidades que nos permitan integrarnos en la sociedad, también tiene la misión de estimular el desarrollo de nuestra conciencia, fomentar el autodescubrimiento y ayudarnos a descubrir quiénes somos y en quienes queremos convertirnos. De hecho, es precisamente ahí donde radica su esencia transformadora.
Procedente del latín “ēducātiō” que, a su vez proviene del término “ēdūcō” que significa “fuera de” o “llevar adelante”, la educación es una valiosa herramienta de desarrollo personal que nos brinda los medios y conocimientos necesarios para formarnos nuestra propia idea del mundo y de nosotros mismos. Es justamente durante el proceso de enseñanza y aprendizaje donde vamos descubriendo nuestros intereses, gustos y talentos, pero también donde tomamos conciencia de nuestra verdadera y auténtica esencia.
Así, cuanto más leemos, aprendemos y nos instruimos, más recursos tenemos para reflexionar sobre las cuestiones fundamentales de nuestra existencia y más capacitados estamos para comprender nuestra misión en la vida y el rol que desempeñamos en la sociedad. Sin embargo, para conseguir esto no basta con una educación convencional ajustada a un temario estandarizado, sino que es necesario un proceso de enseñanza y aprendizaje más personalizado, reflexivo y crítico que promueva la libertad de pensamiento. Es necesaria una educación con propósito.
Un cambio de visión necesario: la educación con propósito
Entiendo la educación con propósito como un proceso de enseñanza y aprendizaje consciente, significativo y libre en el que el último fin del conocimiento es el despertar de la conciencia. Un proceso desarrollador que no se limita a la simple asimilación de contenidos porque en la enseñanza con propósito el verdadero aprendizaje no tiene lugar cuando descubrimos algo nuevo, sino cuando tenemos un insight en el que todo cobra sentido.
Son esos insight los que nos ayudan a comprender, de verdad, el mundo que nos rodea y a nosotros mismos y los que dan forma a nuestro propósito educativo. Del latín “propositum”, “pro” que significa “hacia delante” y “positum” que hace referencia a “poner”, el propósito no solo hace alusión al significado u objetivo que otorgamos al aprendizaje, sino también a la fuerza que nos mueve a cultivarnos y seguir aprendiendo.
Es justamente ese propósito el que nos incita a mirar dentro de nosotros mismos para descubrir nuestros talentos y limitaciones y el que nos desvela nuestra misión en la vida, pero también lo que despierta nuestro pensamiento crítico y nos lleva a un nivel superior de conciencia. En última instancia, es el propósito lo que nos ayuda a crecer como personas auténticas y diferentes del resto y lo que le confiere un valor real a la educación.
Por eso, en la educación con propósito los verdaderos artífices del aprendizaje somos nosotros mismos, quienes, con la ayuda de nuestros mentores y las experiencias de vida, vamos esculpiendo nuestra propia visión del mundo, más allá de los estereotipos que nos impone la sociedad. En este proceso, la principal tarea del mentor, también conocido como profesor, padre, madre o cualquier otro proveedor de conocimiento, consiste en facilitarnos el camino y brindarnos las herramientas adecuadas para que seamos capaces de esculpir nuestro propio proceso de aprendizaje.
Un proceso que no termina nunca y que trasciende los límites de la escuela porque cuando se trata de aprender con propósito es tan válida la educación formal como la autoformación o el aprendizaje que transmiten las experiencias cotidianas o la sabiduría popular. Porque, a fin de cuentas, no se trata de llenar una mente en blanco de información superflua o intrascendente que nada tiene que aportar a nuestro desarrollo personal, sino de elegir los conocimientos que realmente enriquecen nuestra mente y espíritu.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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