La salud mental de los profesores en juego: 5 claves de autocuidado imprescindibles

Estampa de la salud mental de los profesores contra las cuerdas

Para nadie es un secreto que España, al igual que otros países del mundo, tiene un problema con el suicidio en el contexto escolar que, dicho sea de paso, se ha convertido en la primera causa de muerte en los jóvenes entre 12 y 29 años. Las cifras de bullying no se quedan atrás. Se estima que hoy cerca de 220 000 escolares sufren acoso en las aulas.

Sin embargo, ¿sabías que cerca del 40% de los profesores españoles sufre síntomas depresivos y que un 77% tiene signos de ansiedad? En un contexto sociopolítico cada vez más tensado y ante un acuciado cambio de paradigma educativo y social, la salud mental de los profesores empeora a pasos agigantados, con el consecuente impacto negativo en su bienestar psicológico y en el desarrollo emocional de sus estudiantes.

La buena noticia es que es un problema al que podemos ponerle coto implementando algunas claves de autocuidado sencillas, pero necesarias para recobrar el equilibrio psicológico y recuperar la ilusión por la docencia. ¿El primer paso? Ser conscientes del problema.

¿Mi trabajo me está afectando? Los signos que indican que tu salud mental pende de un hilo

Cada vez más profesores se sienten desbordados por la sobrecarga de tareas lectivas y burocráticas. Lo confirman las estadísticas: el 65% de los docentes considera que su trabajo es muy estresante y un 51% se siente insatisfecho con su vida laboral.

Curiosamente, a pesar de estas cifras, estar angustiado o estresado se ha normalizado en el ámbito de la docencia. Muchos de los profesores que se sienten mal por su trabajo creen que es algo habitual y no prestan suficiente atención a los signos de alerta hasta que es demasiado tarde.

Sin embargo, reparar en las primeras señales que indican que tu salud mental empieza a deteriorarse es esencial para poder plantar cara al problema y solucionarlo cuanto antes. ¿Cómo saber si tu trabajo como docente está afectando tu salud mental?

  • Te sientes desmotivado cada mañana. No te apetece ir a trabajar o, si estás en el aula, quieres terminar cuanto antes.
  • Empiezas a estar más irritable y frustrado de lo normal con tus estudiantes y compañeros de trabajo. Te cuesta mantener la calma y sobrerreaccionas a cuestiones sin importancia.
  • Te levantas sobresaltado en la mañana y pasas gran parte del día con esa sensación. Notas que vas a toda prisa y te cuesta recuperar la tranquilidad.
  • Te sientes agotado mentalmente. Pensar te cansa. Te cuesta concentrarte y tu rendimiento cognitivo cada vez es peor.
  • Has perdido la ilusión y las ganas por trabajar. Crees que ya nada de lo que hagas tiene sentido y vas por la vida en modo piloto automático.
  • Vives con la sensación de que siempre tienes algo pendiente por hacer. Te cuesta disfrutar de las actividades de tu vida personal.
  • Tienes problemas para dormir, notas molestias musculares y/o tienes alteraciones gastrointestinales sin causa aparente.

Pues bien, si sufres alguno/s de estos síntomas es probable que tu trabajo esté pasándole factura a tu salud mental. Afortunadamente, existen algunas pautas de autocuidado que puedes implementar para mejorar tu bienestar psicológico sin renunciar a tu vocación.

¿Qué hacer? 5 pautas de autocuidado psicológico para docentes en el aula

Las causas detrás de los problemas de salud mental de los profesores son diversas y van desde el exceso de tareas burocráticas y el aumento de la carga lectiva hasta la falta de recursos para atender al alumnado, la falta de reconocimiento de la profesión o la escasa conciliación familiar y laboral. De hecho, con este panorama no es extraño que las tasas de ansiedad, estrés y depresión estén disparadas en el sector.

Sin duda, la mejor solución sería eliminar de un plumazo estos obstáculos y crear un entorno educativo con propósito y realmente enriquecedor para todos. Sin embargo, no nos engañemos, esto es posible, pero difícil y, en cualquier caso, requiere tiempo. Por eso, en lugar de esperar a que las cosas cambien, una mejor alternativa consiste en tomar cartas en el asunto y poner en práctica algunas claves de autocuidado que te permitan recuperar y mantener tu salud mental sin renunciar a tu trabajo. ¿Cómo conseguirlo?

  • Establece una rutina que te nutra emocionalmente

Levantarte en la mañana a toda prisa y desayunar lo primero que encuentras a mano en la despensa antes de salir corriendo para llegar a tiempo a tus clases y luego ir saltando de grupo en grupo y de tarea en tarea durante todo el día sin siquiera un momento para relajarte no es una buena manera de gestionar tus días. Más temprano que tarde terminarás sobrepasado por el cúmulo de responsabilidades y compromisos cotidianos.

Una buena forma de evitar que esto suceda consiste en establecer una rutina diaria que cuide por ti y te nutra emocionalmente. ¿Cómo lograrlo? Pues bien, para empezar, planifica tu jornada desde el día anterior. Intenta descansar al menos 8 horas y despiértate con el tiempo suficiente para que puedas desayunar y hacer tus primeras actividades del día con calma.

En el colegio, establece pequeñas pausas a lo largo de la jornada para estirar las piernas y distraer tu mente. Aliméntate bien y, en la medida de lo posible, no te sobrecargues de tareas. Al llegar a casa, dedica al menos media hora a relajar las tensiones y hacer algo que te guste, como leer, escuchar música o hablar tranquilamente con tu pareja.

  • Incluye en tu jornada actividades que te hagan sentir bien

¿Quién dijo que ser docente tenía que ser aburrido? Existen muchísimas actividades que puedes incluir en tu día a día que ayudarán a darle más color a tus jornadas y a encontrar la motivación que necesitas para seguir educando. Por ejemplo, prueba a incluir en tus clases ese método que tanto te gusta o esa actividad con la que sueles divertirte con tus hijos.

¿Qué te gusta hacer? Leer, investigar, escribir, planificar clases, ideas, sueños. Pues dedica al menos media hora de tu día lectivo a hacer eso que tanto disfrutas. No te robará mucho tiempo y, en cambio, te insuflará una dosis enorme de motivación porque disparará tus niveles de endorfinas, las cuales se encargarán de mantener a raya el estrés y la depresión.

  • Crea vínculos enriquecedores con tus estudiantes y compañeros

Las relaciones humanas enriquecen la vida y le confieren un sentido especial. Por tanto, cuanto más quieras aislarte del mundo y peor te sientas en el aula, más necesitarás crear vínculos sanadores con las personas que te rodean. En lugar de limitarte a enseñar contenidos, ábrete con tus estudiantes, cuéntales algunas de tus experiencias de vida más fascinantes o curiosas y pídeles que hagan lo mismo. Si notas que alguno de ellos está un poco “raro”, pregúntale qué le pasa y, si te sucede algo digno de compartir, cuéntales lo que te ha ocurrido.

Asimismo, interactúa más con tus compañeros de claustro. Cuéntales cómo te sientes, pídeles ayuda o ábrete a apoyar a otros que estén en tu misma situación. Organizad actividades juntos, id a tomar un café, comparte viaje con los que vivan cerca o cuéntales sobre tus alegrías y tristezas. Sugiéreles lecturas, actividades o retos que puedan serles útiles e interésate por los que ellos puedan transmitirte. No tienen que convertirse en tus nuevos amigos – aunque nunca se sabe –, pero al menos sí en personas con las que te sientas bien interactuando.

  • Aprende a priorizar mejor tus tareas diarias

Hoy día aprender a priorizar no es una opción, es una necesidad. Saber priorizar tus actividades más importantes de la jornada no solo te ayudará a ganar claridad sobre lo verdaderamente significativo en tu trabajo – y vida en general –, sino que además te permitirá marcar límites más sanos y rendir mejor en tu día a día, con la consecuente satisfacción personal que esto conlleva.

Por tanto, cuando organices tu jornada, marca aquellas actividades que son prioritarias como, por ejemplo, las horas lectivas. A esas tareas deberías dedicarle el máximo de tu tiempo y esfuerzo. El resto de las actividades, como pueden ser las tareas burocráticas, la investigación o las extraescolares, distribúyelas en las horas laborales que resten, según su nivel de importancia. En la medida de lo posible, evita llevar trabajo a casa y, si lo haces, limita el tiempo libre que dedicas a ello.   

  • Ten claro tu propósito

Con las responsabilidades y preocupaciones cotidianas es muy fácil terminar olvidando nuestras pasiones y propósitos en la vida. Sin embargo, son esos propósitos los que le confieren un sentido a tu vida y a tu trabajo y los que te animan a levantarte cada mañana para ir a enseñar a tus estudiantes. Por tanto, reflexiona sobre tu vocación. ¿Qué es lo que más te gustaba de ser profesor/a? ¿Cuáles eran tus propósitos al inicio? ¿Qué es lo que te inspiraba?

¿Lo que antes te motivaba, ya no lo hace? Esto les sucede a muchos docentes y es completamente normal porque, como personas, vamos cambiando a lo largo de la vida. En este caso, pregúntate qué es lo que te inspira hoy día a seguir impartiendo clases. Con tu propósito claro, levantarte cada mañana y afrontar tus días será mucho más sencillo.

Y si, después de implementar estos sencillos cambios en tu vida, sientes que tu salud mental no se recupera, igual es momento de tomar una pausa de la docencia para dedicarte más tiempo a ti mismo o buscar la ayuda de un profesional de la psicología que pueda brindarte los recursos que necesitas para sentirte mejor.

Crédito de foto: Imagen libre de Pexels

Psicóloga y escritora. Divulgadora científica y apasionada de la mente humana. Defensora de la educación como única vía para el desarrollo personal y social. Aprendiz a tiempo completo.

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