Somos animales. Queramos o no compartimos genes y características con otros mamíferos.
Lo único que nos distingue del resto de seres vivos, además del evidente físico, es nuestro nivel de conciencia y la capacidad de pensar.
Pero no la habilidad para conectar ideas en nuestra mente o resolver problemas, algo que también pueden hacer otros animales, sino la capacidad de analizar las circunstancias, conferirles un significado y sacar una nueva conclusión.
Una habilidad innata que es importante cultivar desde bien pequeños para evitar convertirnos en unos meros autómatas y en la que tanto las madres y los padres como los mentores pueden contribuir de diversas maneras. Una de ellas, sencilla, pero efectiva consiste en promover la reflexión crítica.
¿Qué es la reflexión crítica?
Mientras que la reflexión hace referencia a la habilidad de pensar detenidamente en una idea o acontecimiento para comprenderlo en su justa medida, la reflexión crítica va un paso más allá. Implica poner en tela de juicio la información, cuestionar esas ideas y contrastarlas con nuestra propia manera de ver la vida. Significa no solo analizar el contenido, sino ser crítico con lo que interpretamos.
Para que lo comprendas mejor. En la práctica, cuando reflexionamos sobre un tema como, por ejemplo, el cambio climático intentamos comprender sus causas, el impacto que puede tener en nuestras vidas y la sociedad como la conocemos o dilucidar qué podemos hacer para aportar nuestro granito de arena.
En cambio, cuando reflexionamos de manera crítica sobre el mismo tema no solo nos limitamos a comprender el fenómeno, sino que lo cuestionamos. Nos preguntamos si en verdad el ser humano ha acelerado este proceso o se trata de una etapa “normal” dentro del ciclo de la Tierra o si en realidad nuestros valores como seres humanos están en sintonía con el esfuerzo que debemos hacer para comprometernos con el cambio.
Cuando reflexionamos críticamente analizamos las ideas desde diferentes puntos de vista para comprenderlas mejor e integrarlas a nuestro sistema de conocimientos y enriquecer nuestra visión del mundo.
3 maneras de estimular la reflexión crítica
Quizá pienses que enseñar a otros a reflexionar de manera crítica es un arte reservado para unos pocos profesores eruditos. Sin embargo, ya seas madre, padre o un maestro con vocación, debes saber que estimular la reflexión crítica no es tan complicado como parece. Basta que utilices las herramientas adecuadas para sembrar esta semilla que luego crecerá sola en la mente de los más jóvenes. ¿Cómo conseguirlo?
- Haz las preguntas correctas
Las preguntas son una herramienta educativa mucho más poderosa de lo que creemos. Incitan a reflexionar y ponen el foco de atención en cuestiones que a veces pueden pasar desapercibidas. Sin embargo, cuando se trata de incentivar la reflexión crítica no vale cualquier interrogante.
Es importante que aprendas a formular preguntas que despierten la curiosidad de los niños y jóvenes y los animen a profundizar en sus reflexiones. Apuesta por interrogantes concretas en lugar de preguntas generales e introduce detalles que sean de su interés.
Por ejemplo, en lugar de preguntarles, “¿Qué crees sobre el cambio climático?”, una pregunta que, siendo sinceros resultaría anodina hasta para el mayor experto del tema, puedes preguntar, “¿Crees que el cambio climático que vivimos hoy es nuestra responsabilidad o forma parte del ciclo natural de la Tierra?”
- Enseña a cuestionarse todo
Aprender a cuestionarse todo es la mejor manera de estimular el pensamiento crítico. De ahí que otra buena manera de fomentar el análisis y la reflexión en los más jóvenes consista en animarlos a dudar de todo y a poner en tela de juicio incluso sus propias opiniones.
Para ello es importante que les enseñes a ver otros puntos de vista diferentes al suyo. Por ejemplo, en lugar de pedirles que reflexionen sobre el mensaje que quiso transmitir el autor francés Antoine de Saint-Exupéry en su clásico “El Principito” puedes llevarlos un paso más allá y preguntarles si creen que en realidad se trata de una obra fantástica o una alegoría al niño interior del autor.
La idea consiste en enseñarlos a reflexionar fuera de la caja y a ver nuevos puntos de vista más allá de los obvios o de los que promueven la educación formal. Y para ello, es importante animarlos a que pongan en entredicho incluso lo que dan por cierto porque “así lo han aprendido”.
- Invita a reflexionar siempre en primera persona
La reflexión siempre ocurre en primera persona. Reproducir o asumir las ideas de otros no es reflexionar. Esto puede parecer una verdad de Perogrullo, pero lo cierto es que a menudo lo pasamos por alto invitando a los niños y jóvenes a que hagan suyas las reflexiones de otros más “sabios” porque creemos que así aprenderán más.
Sin embargo, en la vida nadie puede esculpir su propio aprendizaje utilizando el conocimiento de otros. Cada uno debe desarrollar sus propias ideas. Por eso, siempre que invites a reflexionar de manera crítica a tus hijos o estudiantes anímalos a que lo hagan en primera persona. Pregúntales su opinión. Y si recurren al criterio de alguien más, invítalos a que te digan qué piensan al respecto y si coinciden o no con ese punto de vista.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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