¡Atención!
Antes de comenzar a leer, dedica un momento a reflexionar sobre qué es para ti la educación.
(Sé sincero contigo mismo, nadie, hasta el momento, puede escuchar lo que pasa por tu mente)
…
Si piensas como la mayoría de las personas, es probable que relaciones la educación con la escuela o la educación formal. Y, en cierta medida, estás en lo cierto. Sin embargo, en realidad se trata de una visión muy segmentada y reduccionista de la educación. La verdadera educación no se limita al contexto académico y/o pedagógico, sino que va más allá. Comprende las experiencias y aprendizajes cotidianos, la sabiduría que concede el paso de los años o las enseñanzas que nos transmiten los errores.
Su fin no es amoldar o llenar nuestra mente de contenido, sino prepararnos para la vida, brindarnos las herramientas para que podamos crecer como personas y despertar nuestra conciencia. Y esto es algo que no puede conseguirse con un modelo educativo rígido y estandarizado que “produce” estudiantes en cadena. Necesitamos una nueva manera de comprender la enseñanza y el aprendizaje: la educación con propósito.
¿En qué consiste la educación con propósito?
La educación con propósito es una vuelta a la esencia del verdadero aprendizaje. De hecho, procede de los términos en latín “ēducātiō” que, a su vez proviene de la palabra “ēdūcō” que significa “fuera de” o “llevar adelante”, y “propositum”, formado por los vocablos “pro” que significa “hacia delante” y “positum” que se traduce como “poner”. De ahí que haga referencia a un proceso de continuo desarrollo y evolución.
Básicamente, la educación con propósito es el proceso de enseñanza y aprendizaje significativo, consciente y libre en el que el último fin del conocimiento es el despertar de la conciencia. Un proceso desarrollador que no se limita a la asimilación de contenidos ni al contexto escolar, sino que tiene lugar allí donde somos capaces de aprender algo nuevo y útil que confiere sentido a nuestra existencia, nos ayuda a descubrir quiénes somos y cuál es nuestra misión en la vida.
Un proceso durante el que vamos descubriendo y dando forma a nuestro verdadero propósito, entendido no solo por la meta o significado que otorgamos al aprendizaje, sino también por ese impulso motivador que nos anima a seguir cultivándonos y creciendo como personas. Un propósito que solo descubrimos cuando empezamos a ser realmente conscientes y críticos sobre lo que sucede en nuestro entorno, conferimos un sentido a lo que nos rodea y somos capaces de valorar el talento que existe en nuestro interior.
Entonces, ese propósito, que es único, irrepetible e individual, se convierte en el motor impulsor de nuestro aprendizaje y en el “combustible” que alimenta nuestra conciencia e intenciones y, en última instancia, nuestra vida. Porque solo cuando tenemos un propósito, todo lo que aprendemos cobra sentido y nos nutre como personas.
El aprendiz, el protagonista de su aprendizaje
En la educación con propósito el auténtico artífice del aprendizaje es el propio aprendiz. A diferencia del estudiante, término que proviene del latín “studere” que significa “aplicarse a aprender algo”, el aprendiz es aquel que se instruye y/o aprende de manera activa, consciente y libre durante toda la vida. Primero, con la guía de los padres y luego de los mentores hasta que es capaz de elegir y dar forma a su propio aprendizaje.
Es el aprendiz quien tiene el rol protagónico en este proceso, quien poco a poco va esculpiendo su propia visión del mundo, más allá de los estereotipos, creencias y sesgos sociales, y quien, en última instancia, puede conferir un sentido personal a todo el conocimiento y la experiencia que aprende de los demás. Esto a través de sus propios insights, que no son más que esos momentos en los que todo cobra sentido y que son los que le otorgan un auténtico significado al conocimiento.
De esta manera, su principal labor no está en asimilar el contenido que le facilitan sus padres y/o mentores, sino en elegir libremente aquellos aprendizajes que enriquecen su propósito para conferirles un sentido e integrarlos a su cosmovisión del mundo y de sí mismo.
¿Cuál es el papel del mentor en la educación con propósito?
En la educación con propósito el mentor no es más que el padre, la madre, el profesor o cualquier otro implicado en el aprendizaje. Un rol que no solo se limita a facilitar información o enseñar cómo hacer las cosas, sino que va un paso más allá porque su verdadero objetivo consiste en enseñar a pensar críticamente al aprendiz, ayudarlo a descubrir su propósito y a despertar su conciencia. Básicamente, es una especie de guía que lo anima y orienta durante su proceso de aprendizaje.
Su papel no consiste en llenar una mente en blanco o dar forma a su imagen y semejanza, sino en brindar las herramientas adecuadas para que sea el propio aprendiz quien tome las riendas de su aprendizaje. Y en este sentido, es también su responsabilidad comprender la individualidad de cada aprendiz y sus necesidades para ofrecerles los mejores recursos. Solo de esta manera, será capaz de facilitar las alas adecuadas para que el aprendiz pueda emprender su propio vuelo.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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