Educar y/o aprender no debería ser complicado. De hecho, no lo es. Enseñamos y aprendemos de manera natural y espontánea a medida que crecemos. Cada uno a su ritmo. Cada uno a su forma. Cada uno con sus potencialidades y sus limitaciones. Cada uno con sus expectativas y su manera de ver el mundo.
Crecer y aprender es intrínseco al ser humano. Y esto es lo que nos recuerda la educación con propósito. Un enfoque educativo que simplifica el proceso de aprender para que cada uno pueda esculpir su propio camino, tomar las riendas de su crecimiento y descubrir su verdadero propósito.
Las piedras angulares de la educación con propósito
La educación con propósito es mucho más que una nueva manera de comprender el proceso de enseñanza y aprendizaje, es una vuelta a la esencia de la verdadera educación. Una educación que no se limita a la simple transmisión de conocimientos o habilidades, sino que implica el desarrollo integral de cada persona desde el punto de vista intelectual y cognoscitivo, pero también emocional y espiritual.
Una forma de entender la enseñanza y el aprendizaje que trasciende los límites de la educación formal y que se extiende a todo el proceso de crecimiento personal. Porque no somos lo que sabemos, sino lo que somos capaces de hacer con ese conocimiento. He aquí algunos de los principios de la educación con propósito que dan forma a esta manera de comprender el aprendizaje.
- El proceso de aprendizaje es consciente, significativo y libre.
Uno de los principios de la educación con propósito se sustenta en el carácter consciente, significativo y libre del aprendizaje. En este tipo de educación, es el aprendiz quien de manera autónoma y autodeterminada toma las riendas de su propio crecimiento siendo consciente de lo que esto implica mientras le imprime un sentido personal y único.
- El aprendizaje está guiado por el propósito que, a la vez, lo enriquece.
Cada aprendiz tiene un propósito, educativo y de vida. Y es ese propósito quien guía su aprendizaje y lo moldea en función de sus necesidades, intereses y aspiraciones. Es ese propósito el motivo que lo anima a interesarse por unos conocimientos o desarrollar unas habilidades en lugar de otras. A su vez, a medida que aprende y crece como persona, el aprendizaje va perfeccionando su propósito y le allana el camino para cumplir sus sueños e ilusiones.
- La educación debe promover el pensamiento crítico y reflexivo.
Una buena educación no se limita a la simple transmisión de contenidos. También implica estimular el pensamiento crítico y reflexivo, motivando al aprendiz a analizar los conocimientos y fenómenos a través de su prisma personal mientras saca sus propias conclusiones. Es el desarrollo del espíritu crítico lo que hará que el aprendiz se convierta en una persona auténtica y autodeterminada, en lugar de una copia más de su generación.
- El verdadero aprendizaje se produce cuando el conocimiento cobra sentido.
En la educación con propósito el verdadero aprendizaje no ocurre cuando leemos un libro, asistimos a una conferencia o prestamos atención a una explicación, sino cuando ese conocimiento cobra un sentido personal. Es el momento en el que se tiene el insight en el que comprendemos, en verdad, lo que significa y somos capaces de integrarlo a nuestro sistema de conocimientos.
- El propósito de la educación es único e inherente a cada aprendiz.
La educación no tiene un solo propósito. El propósito es inherente a cada aprendiz y, por tanto, personal y único. No existen dos propósitos iguales. Cada persona tiene unos intereses, motivaciones, necesidades e ilusiones únicas que son las que dan forma a su propósito, educativo y de vida. De ahí que el propósito no se pueda imponer, sino que cada uno debe descubrirlo.
- La educación tiene lugar dondequiera que se aprenda algo nuevo.
Otro de los principios de la educación con propósito se relaciona con su ámbito de actuación. La educación con propósito no se ciñe al aula, el colegio o cualquier otra forma de contexto educativo, sino que tiene lugar allí donde se pueda aprender algo nuevo. El hogar, la sala de cine o un lugar recóndito en la naturaleza, en cualquier sitio donde aprendamos algo diferente que nos haga crecer como persona toma forma la educación con propósito.
- El aprendizaje va más allá de los conocimientos teóricos.
Los conocimientos teóricos son fundamentales para la educación con propósito, por supuesto, pero no se limita a ellos. En una buena educación también son importantes las habilidades prácticas, la sabiduría popular o, incluso, aquellos conocimientos que adquirimos a través del ensayo y error. A fin de cuentas, aunque la rueda ya esté inventada, redescubrirla por nuestra cuenta tiene un enorme significado para nosotros.
- Cada aprendiz es responsable de esculpir su propio aprendizaje.
En la educación con propósito la responsabilidad de dar forma al aprendizaje no radica en el mentor, sino en el aprendiz. Cada aprendiz es el encargado de decidir y esculpir de manera libre y consciente su propio proceso de aprendizaje. Es su responsabilidad elegir los métodos que considera más adecuados, así como los conocimientos en los que quiere profundizar para poder conseguir su propósito.
- La función del mentor es ayudar al aprendiz a descubrir y perseguir su propósito.
El papel del mentor en la educación con propósito no es enseñarle el camino al aprendiz, sino ayudarlo a descubrir su propósito y animarlo a perseguirlo. No es su responsabilidad dirigir al aprendiz, sino ofrecerle las diferentes opciones que conoce para que sea el propio aprendiz quien decida qué camino quiere seguir.
- El último propósito de la educación es despertar la conciencia.
El propósito de la educación no es aprender para acumular saber, sino para despertar la conciencia. El conocimiento es solo una vía para ayudarnos a crecer como personas y enriquecer nuestra visión del mundo. Su verdadero objetivo consiste en convertirnos en personas libres, autodeterminadas y auténticas, capaces de pensar por nosotros mismos.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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