¿Deberíamos dejar la educación en manos de la inteligencia artificial?

Inteligencia artificial y un hombre juegan ajedez

¿Sabías que el 64% de los docentes ya utiliza de manera habitual la inteligencia artificial para preparar sus clases y que el 40% de los estudiantes consulta ChatGPT para hacer sus deberes? La cifra asciende al 91% de los alumnos y al 86% de profesores que lo utiliza esporádicamente, según revelan los datos del último estudio “Impacto de la IA en la educación en España”.

Sin duda, la inteligencia artificial en la educación puede convertirse en una herramienta valiosa para encontrar información de manera más rápida y efectiva, como hasta ahora hemos utilizado los buscadores de Internet. Sin embargo, confiar cada vez más en los chatbots y dejar en sus manos la selección del contenido educativo podría ser contraproducente a largo plazo y terminar convirtiendo a los más jóvenes en simples contenedores de información. ¿En realidad queremos esto para las nuevas generaciones?

La creatividad y el pensamiento crítico, las habilidades que podrían desaparecer en la era de la inteligencia artificial

La educación no consiste en llenar un cántaro, sino en encender un fuego”, dijo el dramaturgo y exsenador de Irlanda William Butler Yeats. Y no andaba desacertado. Educar va mucho más allá de pedir a los estudiantes que memoricen decenas de páginas de un libro o que resuelvan problemas matemáticos que poca utilidad le encontrarán en la práctica. La educación no se limita a la simple memorización o replicación de contenido, implica estimular la creatividad, fomentar el pensamiento crítico y despertar la conciencia.

En palabras de José Ortega y Gasset: “Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas”. Y es que la educación debería estimular a los estudiantes a encontrar su propósito, a pensar por sí mismos y descubrir su talento interior. El rol de la enseñanza es brindar a los jóvenes las herramientas y el conocimiento adecuado para que sean capaces de crear sus propios significados y esculpir su propio aprendizaje.

Contrario a lo que muchos piensan, educar no consiste en “producir” seres instruidos en cadena, cortados con un mismo molde, sino que implica convertirlos en personas autodeterminadas y auténticas. Y esto es algo que no puede lograrse con un plan de contenidos y/o actividades estandarizado creado por una inteligencia artificial que se limita a recopilar información sin conferirle un sentido real ni adaptarla a las necesidades de cada persona.

Si como padres y educadores dejamos en manos de la inteligencia artificial la enseñanza de nuestros jóvenes y nos fiamos ciegamente de sus propuestas, estaremos limitando enormemente su potencial. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que la IA, tal y como la conocemos, no es capaz de ser creativa, de reflexionar y adaptar los contenidos al propósito educativo de cada estudiante. De ahí que no esté capacitada para proponer actividades académicas lo suficientemente innovadoras e individualizadas como para despertar el pensamiento crítico de los jóvenes.

Si a esto le sumamos el hecho de que cada vez más estudiantes recurre a la IA para resolver los problemas de clase y encontrar ideas “creativas” con las cuáles sorprender a sus profesores, en realidad entramos en un círculo vicioso en el que la IA se encarga de planificar las actividades educativas y, a su vez, las soluciona. Con este entrenamiento, sin duda, la inteligencia artificial aprenderá a pasos agigantados y será capaz de proponernos actividades y tareas cada vez más innovadoras, pero los estudiantes no se beneficiarán de ello.

¿La solución? Limitar el uso que hacemos de la inteligencia artificial en la educación

No podemos ir contracorriente o, mejor dicho, podemos, pero hacerlo tiene un costo enorme que no todos estamos dispuestos a pagar. Por tanto, aunque queramos, poco podemos hacer para detener el avance imparable de la inteligencia artificial e impedir que forme parte de la educación. Sin embargo, sí podemos cambiar nuestra perspectiva y regular el uso que le damos utilizando la inteligencia artificial como una herramienta, en lugar de como un asistente personal.

¿En qué radica la diferencia? Utilizar la inteligencia artificial en la educación como un asistente personal implica dejar en sus manos la planificación, selección y la toma de pequeñas decisiones de la enseñanza que, aunque no lo creamos, pueden terminar limitando la capacidad de aprendizaje de los estudiantes, así como su pensamiento crítico e incluso, su libertad de elección. Esto porque, básicamente, le conferimos el poder de elegir, decidir e incluso, pensar por nosotros mismos.

En cambio, cuando utilizamos la IA como una herramienta estamos limitando sus funciones y su influencia en la educación. Aprovechamos las ventajas que puede brindarnos, como la búsqueda rápida de información o de posibles soluciones a un problema, pero somos nosotros quienes tenemos el control y quienes decidimos qué hacer con los datos que nos brinda. De esta manera, usamos la inteligencia artificial como una fuente más, pero en última instancia somos nosotros quienes integramos el contenido en la educación y quienes le conferimos un sentido.

Un pequeño y sutil cambio que puede marcar una gran diferencia no solo en la forma en la que educamos a los más jóvenes, sino también en la manera en la que les enseñamos a interactuar con la inteligencia artificial.  

Crédito de foto: Imagen libre de Pexels

Psicóloga y escritora. Divulgadora científica y apasionada de la mente humana. Defensora de la educación como única vía para el desarrollo personal y social. Aprendiz a tiempo completo.

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