La educación moderna va siempre un paso por detrás de la sociedad. A veces unos cuantos pasos. Y en cierta medida es comprensible, sobre todo en el mundo actual donde todo cambia a un ritmo vertiginoso y a la educación no le queda otra opción que adaptarse deprisa.
Sin embargo, el problema es que para cuando los más jóvenes salen de las aulas, las reglas del juego ya no son las mismas y al enfrentarse solos a la vida se encuentran con un gran cúmulo de conocimientos y habilidades que en realidad, les vale de bien poco. Vivir es mucho más complejo de lo que imaginamos y una educación convencional no es suficiente para aprender todo lo necesario.
Pero, ¿acaso el objetivo final de la educación no debería ser formar a jóvenes capaces de vivir de manera libre e independiente al emanciparse? Absorta por el rápido avance de la sociedad, la educación moderna parece haberlo olvidado.
Nos estamos centrado tanto en transmitir cada vez más conocimientos y fomentar un grado de especialización cada vez mayor que estamos pasando por alto que el principal fin de la educación es enseñar a vivir de manera autodeterminada a los más jóvenes y facilitarles las herramientas para que sean capaces de gestionar su propio desarrollo. A fin de cuenta, los conocimientos de poco valen, si no somos capaces de utilizarlos para adaptarnos a nuestro entorno e impulsar nuestro crecimiento.
¿Se puede enseñar a vivir?
Vivir es inherente al ser humano. Nadie nos enseña a respirar, pero respiramos. No nos enseñan a pensar, pero lo hacemos, o lo intentamos. No nos explican cómo querer, pero amamos de manera natural. Incluso ante las condiciones más difíciles, las personas aprendemos a adaptarnos y seguir adelante. Estamos programados para aprender a vivir por nuestra cuenta.
Sin embargo, esto no significa que no necesitemos de la ayuda, el ejemplo o la guía de los demás. Podríamos aprender a vivir sin educación, por supuesto, pero la educación nos facilita el camino, o al menos debería. Porque sí, aunque al final cada uno sea el escultor de su propia vida, que es única e irrepetible, las personas que nos rodean nos van enseñando a vivir a medida que crecemos.
Obviamente, ningún mentor, por sabio que sea, podrá enseñar lo que se siente al dar un abrazo, cómo tener un insight o cómo interpretar el mensaje de un libro. No puede enseñarnos cómo vivir porque es algo que debemos descubrir por nuestra cuenta, pero sí puede enseñarnos a pensar y a despertar nuestra conciencia. Puede facilitarnos los recursos adecuados para que seamos capaces de sacar nuestras propias conclusiones, tomar mejores decisiones y dar significado a cada situación y/o conocimiento.
Porque enseñar a vivir no implica transmitir una sarta de contenidos sin sentido o desarrollar habilidades que no sirvan de nada. Enseñar a vivir significa brindar herramientas, conocimientos y experiencias que faciliten nuestra adaptación y crecimiento en un entorno y unas circunstancias concretas. Una labor que no es exclusiva de madres, padres y profesores, sino de todos los que formamos parte de la sociedad.
3 claves para enseñar a vivir libremente
La educación con propósito no promueve el despertar de la conciencia para promover eruditos del conocimiento, sino como medio para enseñar a vivir. En esta vuelta a la esencia del aprendizaje, se pretende enseñar a los más jóvenes a llevar una vida con intención y significado, en la que sean capaces de tomar las riendas de su crecimiento y labrar su propio camino. ¿Cómo podemos contribuir a ello?
- Lleva siempre la teoría a la práctica
Teorizar sobre cualquier tema que nos apasione es enriquecedor. Exponer nuestras ideas y debatir otros puntos de vista es alimento para nuestra mente y alma. Sin embargo, seamos realistas, en la vida la teoría de poco sirve si no somos capaces de llevarla a la práctica y adaptarla a nuestras condiciones. Por eso, si quieres enseñar a vivir a tus hijos o estudiantes, es importante que les enseñes a encontrar la utilidad practica de cualquier contenido.
Está bien enseñarles a sumar o a restar, pero luego muéstrales situaciones prácticas donde tengan que usar estas habilidades matemáticas como, por ejemplo, al calcular la vuelta de una compra. Asimismo, en lugar de animarlos a aprenderse de memoria la historia de España, pídeles que reflexionen sobre los diferentes hechos históricos para que sean capaces de identificar los errores y patrones comunes que luego podrán reconocer en el futuro.
- Retoma aprendizajes esenciales olvidados
Hoy día pensamos que preparar para la vida a los más jóvenes implica desarrollar sus habilidades con la tecnología, enseñarles idiomas o finanzas personales. Sin duda, en la vida moderna estos aprendizajes son indispensables para fomentar su integración en la sociedad, pero no bastan para educar a personas libres y autodeterminadas.
Para ello, es importante volver a esos aprendizajes esenciales que hemos olvidado con el paso del tiempo por considerarlos demasiado básicos. Esto incluye desde los conocimientos “innatos” que nos permiten reconocer en la naturaleza las plantas comestibles de las que no lo son o los alimentos que mejor nos nutren hasta cómo arreglar un desperfecto en la bici o remendar una prenda rota.
Quizá nunca utilice estos aprendizajes en la sociedad moderna, pero le conferirán una visión más integral del mundo, les enseñará a ser más respetuosos con su entorno y a valorar lo que tienen.
- Da alternativas, no soluciones
A veces creemos que la mejor manera de preparar a los más jóvenes para la vida consiste en brindarles un kit de soluciones para afrontar cualquier tipo de adversidad. Sin duda, esto puede ser de gran ayuda para ayudarlos a salir del paso, pero en realidad no les enseñará a sacarse las castañas del fuego por sí solos.
Una mejor manera de enseñarlos a vivir de manera libre y autodeterminada consiste en brindarle alternativas en lugar de soluciones. De esta manera, podrán evaluar otros puntos de vista u oportunidades que quizá no habían tenido en cuenta, pero serán ellos quienes tomen sus propias decisiones. Por ejemplo, en lugar de decirles qué libros leer, proponles diferentes título, autores y temáticas para que sean ellos los que decidan qué leen.
Asimismo, dale alas a su creatividad y permite que prueben soluciones poco convencionales. Podrán equivocarse, por supuesto, pero incluso de esos errores podrán sacar un gran aprendizaje. Anímalos a salir de su zona de confort y a pensar en una manera propia de afrontar los obstáculos de la vida. A un mismo problema, soluciones diversas.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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