La educación es – o al menos debería serlo – un proceso natural que comienza cuando nacemos y nos acompaña hasta el final de nuestros días.
Un bucle infinito de enseñanzas y aprendizajes del que formamos parte como aprendices, pero también como mentores.
Un viaje de descubrimiento y crecimiento personal que nos insta a convertirnos en seres únicos, auténticos y libres.
Un camino de conocimientos, enseñanzas, lecciones y habilidades que nos ayuda a encontrarnos a nosotros mismos y a conectar con nuestro entorno.
Un enfoque sobre el que sienta sus bases la educación con propósito. Un paradigma que retorna a la esencia de la educación para recordarnos su verdadero objetivo y su carácter continuo, personal, multifacético y práctico. Una nueva manera de comprender la educación que engloba diferentes áreas de crecimiento del ser humano porque cuando se trata de sabiduría ningún conocimiento es válido por sí solo.
Las principales dimensiones de la Educación con Propósito
A menudo circunscribimos el proceso de enseñanza y aprendizaje a un contexto y tiempo determinado. Pensamos que educar o aprender es algo exclusivo del ámbito académico. Sin embargo, lo cierto es que la educación es un proceso mucho más amplio, general y atemporal que nos acompaña durante toda nuestra vida y se refleja en cada una de sus áreas.
La educación con propósito es consciente de ello. Por eso, no solo se ciñe a impulsar el conocimiento académico y desarrollar las habilidades cognitivas, sino que va un paso más allá para abordar todas las esferas de la vida, o casi. Es lo que denomino las dimensiones de la educación con propósito. ¿Cuáles son?
- Dimensión cognitiva
La dimensión cognitiva es la que solemos asociar por defecto con la educación. Hace referencia al desarrollo y estimulación de los procesos cognitivos, desde la memoria y el pensamiento hasta la creatividad o la imaginación. Asimismo, pone el foco en funciones olvidadas como el pensamiento crítico, la capacidad reflexiva o la observación consciente que permiten llevar el conocimiento a un nivel superior para comprenderlo, de verdad, y adaptarlo a las necesidades personales y del entorno.
- Dimensión emocional
Una persona no es quien es solo por lo que piensa, sino también por lo que siente. Por eso, en la educación con propósito es esencial el desarrollo de las competencias emocionales. Esto incluye desde el impulso de la inteligencia emocional y la gestión de las emociones hasta el trabajo con la autoestima, la autoconfianza y la autovaloración. Y, por supuesto, también forma parte esencial de esta dimensión el desarrollo de la motivación intrínseca.
- Dimensión introspectiva
Aprender a conocerse a uno mismo es otra de las dimensiones que promueve la educación con propósito. De ahí que insista en la necesidad de trabajar el autoconocimiento y la introspección como vías para mejorar la relación con uno mismo y descubrir el propósito educativo y de vida. Ese motor impulsor que no solo permite que cada uno elija libremente el camino a seguir, sino que además saca a luz la esencia más auténtica y natural de cada individuo.
- Dimensión corporal
Cuerpo y mente son uno. De la misma manera que las preocupaciones, el estado emocional o la visión del mundo influyen profundamente en la salud física, las condiciones del cuerpo, lo que se come o el estilo de vida pueden afectar el bienestar mental. De ahí que otra de las dimensiones de la educación con propósito se relacione con el cuidado del cuerpo y la salud. Y esto no solo incluye la promoción de hábitos de vida sanos y equilibrados, sino también la habilidad de aprender a conocer el cuerpo y sus señales.
- Dimensión prospectiva
Una de las características que nos definen como especie es la habilidad de prever el futuro y actuar en consecuencia. A fin de cuentas, de nada nos vale atesorar cantidades ingentes de conocimiento si no somos capaces de utilizarlo para mejorar nuestra vida y la de quienes nos rodean. Por eso, la educación con propósito también propone ocuparse de las capacidades prospectivas. Esto implica desarrollar la habilidad de planeación futura y de anticiparse a los acontecimientos, pero también fomentar el proceso de toma de decisiones.
- Dimensión práctica
No somos lo que sabemos, sino lo que somos capaces de hacer con ese conocimiento. A fin de cuentas, de nada sirve llenar la mente de información y contenido, si no somos capaces de utilizarlo para solucionar los problemas del día a día. Ello explica por qué la educación con propósito promueve no solo la enseñanza y el aprendizaje teóricos, sino también prácticos. Y esto comprende el fomento de las habilidades necesarias para la vida cotidiana, pero también el desarrollo de la capacidad para solucionar problemas o gestionar la frustración.
- Dimensión social
Somos seres sociales. Comunicarnos con las personas no solo nos hace sentir mejor, sino que también se puede convertir en una gran fuente de aprendizaje. Por eso, en la educación con propósito es fundamental el desarrollo de las competencias sociales y comunicativas. Y esto incluye desde el desarrollo de la empatía y la habilidad para expresarse de forma asertiva hasta el fomento de la escucha reflexiva y la observación consciente.
- Dimensión natural
Formamos parte de la naturaleza. Representa nuestro lado más instintivo. Por eso es esencial aprender a conectar con el entorno desde bien pequeños porque además de ayudarnos a interpretar nuestros instintos más básicos, constituye una fuente inagotable de conocimientos. De ahí que otra de las dimensiones de la educación con propósito más importantes sea la natural. Una dimensión que no solo pretende fomentar el vínculo con la naturaleza, sino también desarrollar esas habilidades innatas que olvidamos con el paso del tiempo.
Si bien muchas de estas dimensiones se abordan de manera independiente durante todo el proceso de enseñanza y aprendizaje, la idea de la educación con propósito consiste en integrarlas como un todo, de manera que se conviertan una pieza clave para el crecimiento continuo, autodeterminado y libre de cada individuo. Porque, a fin de cuentas, somos mucho más que la suma de nuestras partes, somos un todo.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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