Aprender es como respirar.
Lo hacemos de manera instintiva y automática, sin prestarle mucha atención.
Sin embargo, saber cómo aprende el cerebro es fundamental para tomar las riendas de nuestra educación. Ya no solo porque nos permite comprender cómo funciona nuestra mente – que no está de más –, sino también porque nos ayuda a perfeccionar las estrategias educativas que mejor nos funcionan y/o moldear los factores internos o externos que pueden influir en nuestro aprendizaje.
Las neuronas, la clave para entender cómo aprende el cerebro
El aprendizaje cobra vida fuera de nosotros y llega a nuestra mente en forma de estímulo a través de la lectura de un texto, el discurso de un profesor o un evento que se desarrolla ante nuestros ojos. Al ser captado por nuestros órganos sensoriales, ese estímulo físico se transforma en un impulso nervioso que rápidamente llega al cerebro, específicamente a las neuronas, que no son más que las células del sistema nervioso.
Una vez en el cerebro, esa información se transmite de una zona a otra mediante las conexiones entre las neuronas, más conocidas como sinapsis neuronales. La ciencia ha demostrado que a través de las sinapsis la información puede llegar a distintas regiones cerebrales que son las que se encargan de retener y memorizar ese contenido, dando lugar a lo que llamamos aprendizaje. Obviamente, cuanta más atención prestemos, más veces repitamos una acción o intentemos recordar un contenido, más intensas serán las sinapsis neuronales y mejor se fijará la información.
Y aquí entra en juego otra función conocida como plasticidad cerebral que, básicamente, no es más que la capacidad del cerebro de readaptarse a las condiciones con el objetivo de preservar su eficacia. Pues bien, esto explica por qué de la misma manera que cuando aprendemos algo nuevo las neuronas forman nuevas conexiones sinápticas y cuanto más repitamos esa información o habilidad más fuerte se volverán esas conexiones, cuando dejamos de prestarle atención o pasa mucho tiempo que no usamos esa información o habilidad, las conexiones neuronales comienzan a debilitarse y pueden terminar desapareciendo.
Esto es lo que sucede cuando olvidamos un contenido, pero también cuando desaprendemos un hábito o creencia para aprender algo nuevo. Básicamente, se trata de un mecanismo de optimización cerebral que le permite a tu mente reducir el número de conexiones para mejorar su eficiencia en el tiempo.
Memoria de trabajo y memoria a largo plazo
Una vez que la información ha entrado en nuestro cerebro, llega el momento de que la mente gestione el contenido. Y, en este punto, existe una función cognitiva que desempeña un rol importantísimo: la memoria. En el proceso de aprendizaje intervienen dos tipos de memoria básicos: la memoria de trabajo y la memoria a largo plazo.
Básicamente, la memoria a largo plazo es donde almacenamos los conocimientos que hemos adquirido mientras que la memoria de trabajo es ese “espacio” donde retenemos la información que necesitamos en un momento determinado. La memoria de trabajo es la que nos permite interconectar los conocimientos que ya tenemos con los nuevos aprendizajes, ahí es donde se establecen los vínculos entre lo que ya sabes y lo que estás aprendiendo.
En cambio, es la memoria a largo plazo la encargada de almacenar toda la información que asimilamos, pero también los vínculos entre los contenidos o su significado para nosotros. En palabras sencillas, funciona como una especie de biblioteca a la que podemos acceder cada vez que queramos recordar un tema o sacar a colación una habilidad aprendida.
El pensamiento, el responsable de darle sentido a todo
Por último, pero no menos importante para entender cómo aprende el cerebro, se encuentra el pensamiento. Otra función cognitiva cuyo principal objetivo consiste en conferirle un sentido personal al contenido que aprendes, generar nuevas ideas y, a partir de estas, crear una representación de la realidad en tu mente. Básicamente, es la capacidad que te permite transformar un mero aprendizaje en un recurso que te permita crecer como persona.
En la práctica, lo que hace el pensamiento es tomar la información que hay en tu memoria y buscar nuevos vínculos, conexiones e interpretaciones con la intención de descifrar su esencia y comprender cómo puede ayudarte. Si lo comparásemos con un proceso creativo, el pensamiento sería el escultor, la memoria el cincel y las ideas la arcilla.
Como supondrás todas y cada una de estas funciones y procesos son indispensables para aprender. Si una de ellas falla o intervienen factores externos que puedan afectarlas como la falta de sueño, las distracciones del entorno o una dieta inadecuada, el proceso de aprendizaje se vería afectado. De ahí que sea fundamental cuidar cada una de estas etapas para estimular nuestro proceso de crecimiento.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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