¿Y si impartiésemos clases de inteligencia emocional?

Clases de inteligencia emocional: grupo de jóvenes cubren con un nylon a una chica que intenta salir

¿Sabías que el suicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes españoles de 12 y 29 años?

En el país con mayor cantidad de casos de bullying y ciberbullying en el mundo, alrededor del 9,5% de los estudiantes se ha sentido acosado alguna vez.

Y también aquí, en España, el 59% de los jóvenes de entre 15 y 29 años reconoce padecer algún problema de salud mental, con la ansiedad a la cabeza.

Las cifras no mienten. Nuestros jóvenes tienen problemas para gestionar sus emociones. Tienen dificultades para conectar consigo mismos y con las personas de su entorno. Les cuesta expresar lo que sienten y buscar ayuda. Y esto es algo que podríamos solucionar, o al menos atenuar, si impartiésemos clases de inteligencia emocional en los colegios desde una edad temprana.

5 buenas razones para incluir clases de inteligencia emocional en el currículo académico

Muchos colegios ya cuentan con un programa de educación emocional con actividades que desarrollan las competencias emocionales entre los más jóvenes. ¡Y esto es genial! Significa que la educación convencional se está abriendo a hablar de emociones y a enseñar a los estudiantes cómo lidiar con su mundo afectivo. Sin embargo, hoy esto no basta.

Es necesario ir un paso más allá e incluir clases de inteligencia emocional como parte del currículo académico. Un tiempo y espacio dentro del contexto educativo dedicado a que los más jóvenes se expresen sin tapujos, compartan sus sentimientos en un ambiente de comprensión y respeto, aprendan herramientas psicológicas para gestionar sus afectos y se relacionen de manera asertiva con el resto del grupo.

¿Qué beneficios podría tener impartir clases de inteligencia emocional? Sin duda, tendría un impacto positivo en la reducción del número de suicidios, casos de bullying y problemas mentales, como la depresión, la ansiedad o el estrés. Pero también repercutiría positivamente en el desempeño académico y el crecimiento personal de los más jóvenes. ¿Cómo?

  • Mejoraría la comprensión que tienen de sí mismos y del entorno

Una de las áreas esenciales de la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer las emociones y los sentimientos, tanto propios como ajenos. Y esto no solo implica aprender a etiquetar las emociones y poner nombre a los sentimientos, sino también aprender a identificarlos a cada momento e investigar de dónde provienen y por qué surgen. Un ejercicio de autoconocimiento profundo que no solo ayudaría a los más jóvenes a conectar consigo mismos, sino también a ser más empáticos y comprender mejor a las personas de su entorno.

  • Fomentaría su pensamiento crítico y reflexivo

Desarrollar la inteligencia emocional es también una manera de aceptar que nuestro mundo interior está siempre en constante cambio y transformación y que lo que damos hoy por sentado, mañana podría ser diferente. Es una manera de liberarnos de las creencias y estereotipos más arraigados, esos que nos han inculcado a través de la educación y que ni siquiera sabemos de dónde provienen o qué significan. Y esto podría convertirse en un punto de partida para que los más jóvenes reflexionen sobre sus ideas o pensamientos naturalizados y desarrollen un pensamiento crítico.  

  • Contribuiría a que descubran su propósito educativo

Impartir clases de inteligencia emocional podría contribuir a que los estudiantes descubran y/o den forma a su propósito educativo. Por una parte, porque contribuiría a regular sus emociones más intensas, de manera que podrían centrarse en lo que sucede a su alrededor o dentro de ellos mismos. Y, por otra parte, porque les ayudaría a conectar consigo mismos, a conocerse mejor y a profundizar en una parte de su interior que a menudo permanece inaccesible. Y esta, es una buena manera de descubrir qué es lo que les apasiona, cuáles son sus intereses y qué les mueve de verdad.

  • Crearía relaciones sociales más consolidadas

Hoy, a muchos jóvenes les cuesta empatizar con las personas de su entorno y relacionarse desde la autenticidad. Les resulta difícil mostrarse tal como son y aceptar al resto con sus virtudes y defectos. No es su culpa, no han aprendido cómo relacionarse de manera asertiva con quienes les rodean. De ahí que impartir clases de inteligencia emocional pueda convertirse en un entrenamiento perfecto para que aprendan competencias sociales y comunicativas que les permitan relacionarse de una forma diferente, más cercana, más sincera, más auténtica y crear vínculos realmente profundos con los demás.

  • Potenciaría su solución de problemas y toma de decisiones

Sin duda, las emociones pueden convertirse en grandes aliadas del proceso de solución de problemas o la toma de decisiones, pero también pueden ser un gran obstáculo cuando no se saben gestionar de manera adecuada. Dejar que la ira, la frustración o la alegría se apoderen de nosotros cuando debemos tomar una decisión importante o tenemos que solucionar un problema puede nublar nuestro juicio y hacer que tomemos el camino equivocado. Y esto, es algo que los más jóvenes podrían aprender a gestionar desde una edad temprana en clases de inteligencia emocional.

¿Sería el mundo diferente si impartiéramos a nuestros jóvenes clases de inteligencia emocional? No podemos saberlo a ciencia cierta. Sin embargo, aunque no hagan desaparecer como por arte de magia los problemas a los que hoy nos enfrentamos, sin duda, pueden contribuir a educar a personas más sanas emocionalmente, con un mayor bienestar mental y con la capacidad de tomar sus propias decisiones de manera libre y auténtica.

Crédito de foto: Imagen libre de Pexels

Psicóloga y escritora. Divulgadora científica y apasionada de la mente humana. Defensora de la educación como única vía para el desarrollo personal y social. Aprendiz a tiempo completo.

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