“Solo la experiencia propia y personal hace al hombre sabio” dijo en una ocasión Sigmund Freud.
Y no andaba nada desacertado.
Aprendemos mientras vivimos, en el día a día. Aprendemos de los aciertos y los errores, de los logros y los tropiezos, de lo que nos ocurre y lo que le ocurre al resto. Aprendemos observando de manera consciente nuestro entorno. Aprendemos mientras hacemos. Aprendemos con la experiencia. Es lo que el psicólogo estadounidense David Kolb acuñó en 1984 como aprendizaje experiencial, aunque en realidad es una de las formas más antiguas de aprender.
Aprendizaje experiencial, una vuelta a nuestros orígenes
El aprendizaje experiencial es, probablemente, la manera más sencilla, antigua y efectiva de aprender. Ya los hombres de las cavernas eran capaces de aprender a elegir las frutas en su punto justo de maduración o la manera más fácil de hacer fuego a través del ensayo y error. Y, desde que nacemos, aunque contamos con la guía de mamá y papá, somos nosotros los que aprendemos a andar con la experiencia, a levantarnos tras los tropiezos o a decir las primeras palabras sobre la marcha.
El aprendizaje experiencial no solo se remonta a nuestros orígenes como civilización, sino que además es intrínseco al ser humano. Sin embargo, lo cierto es que enfrascados en un sistema educativo que elige por nosotros lo que debemos o no aprender, poco a poco se nos va atrofiando la capacidad de observar, reflexionar y aprender de nuestro entorno. Así, terminamos obteniendo todo el conocimiento de los libros, los maestros o, más recientemente, de Internet.
De esta manera, primero nos preparamos y, luego, salimos a la vida a poner en práctica lo aprendido. Y no pasa nada, también es una manera válida de crecer y ganar sabiduría. El problema es cuando nos enfocamos tanto en el aprendizaje académico y en las lecciones magistrales que perdemos la habilidad de percibir los aprendizajes más simples, esos que tienen lugar a nuestro alrededor y que también encierran valiosas enseñanzas de vida.
¿Por qué deberíamos volver a aprender de la experiencia?
“Nada que merezca la pena conocer puede ser enseñado” dijo Oscar Wilde. Y, si bien es cierto que es posible aprender lecciones excepcionales de los libros, maestros o personas de nuestro entorno, también lo es el hecho de que ningún aprendizaje es tan valioso como cuando lo aprendemos a través de la experiencia.
¿Por qué? Por la sencilla razón de que todo descubrimiento que hacemos por nuestra cuenta lleva implícito una dosis emocional que le confiere, casi de forma automática, un significado personal. De esta manera, no solo nos resultará más fácil recordarlo en el futuro, sino que lo comprenderemos con mayor facilidad. Básicamente, es más sencillo aprender cómo el agua líquida se solidifica en hielo mientras vemos expectantes cómo transcurre el proceso que si lo leemos en un libro o nos lo explican en clase.
Además, ten en cuenta que un mismo aprendizaje no tiene la misma importancia o sentido para cada uno de nosotros. La manera en la que interactuamos con ese aprendizaje y la impronta que deja en nosotros influye en el valor que le concedemos y cómo lo integramos a nuestro sistema de conocimientos. Esto, al margen de que hay conocimientos que no pueden aprenderse de manera abstracta, que necesitan ser vividos para tener ese insight en el que todo cobra significado.
Por tanto, si no queremos perdernos el conocimiento y la sabiduría que se esconde en la cotidianidad es importante que comencemos a ser más observadores con todo lo que tiene lugar a nuestro alrededor y empecemos a aprender más de nuestra experiencia cotidiana.
¿Cómo retomar el aprendizaje experiencial?
Practicar el aprendizaje experiencial debería ser sencillo, a fin de cuentas, estamos programados para aprender de nuestra experiencia. Sin embargo, lo cierto es que una vez que nos adentramos en la educación convencional esta habilidad se nos va atrofiando y cada vez nos resulta más difícil descubrir nuevas lecciones en la vida cotidiana. Afortunadamente, existen maneras de recuperar esta capacidad y volver a aprender de nuestra experiencia.
- Practica la observación consciente
Si quieres ser más sabio y aprender de lo que sucede a tu alrededor, practica la observación consciente. Presta atención a tu entorno de manera intencionada y libre de juicios para descubrir la realidad tal cual es. De esta manera, podrás percibir detalles, comportamientos y fenómenos que, de otra manera, pasarían desapercibidos. Y, si prestas la debida atención, serás capaz de descubrir numerosas lecciones y aprendizajes detrás de cada uno de esos eventos.
- Reflexiona de manera crítica
Ser consciente de lo que sucede a tu alrededor es solo el primer paso para comenzar a practicar el aprendizaje experiencial. Si en verdad quieres aprender de tu entorno es importante que no te limites a observar y vayas un paso más allá. Pregúntate las posibles causas de los fenómenos e intenta encontrar la lógica tras aparentes incongruencias. Analiza cuál habría sido el desenlace si hubiese cambiado algún aspecto. Indaga en las consecuencias de cada evento. Sé crítico y pon en duda incluso tus propias percepciones.
- Confiere sentido a tu experiencia
No hay aprendizaje experiencial sin significado. Por tanto, si en realidad quieres aprender de tus experiencias es esencial que una vez reflexiones sobre los acontecimientos seas capaz de conferirle sentido a lo que has vivido. Pregúntate qué enseñanza te transmite, cómo puede ayudarte a entender mejor otros conceptos o experiencias anteriores o de qué manera puede enriquecer, cambiar o corroborar tu opinión sobre determinado tema.
- Convierte lo abstracto en concreto
Una de las ventajas de aprender a través de los libros o maestros es que además del conocimiento también sueles llevarte su utilidad práctica. Sin embargo, con el aprendizaje experiencial eres tú el que tiene que encontrar el uso al conocimiento e integrarlo dentro de tu sistema conceptual. De ahí que no baste con reflexionar y apropiarte de un nuevo concepto, sino que además debes descubrir su lado práctico que te ayudará a utilizarlo para solucionar un problema o facilitarte una tarea en concreto.
- Experimenta libremente
No solo se aprende observando, también experimentando. Por tanto, atrévete a vivir nuevas experiencias de las que puedas sacar valiosos aprendizajes. Viaja, conoce a otras personas, sal de tu zona de confort. En vez de seguir un tutorial sobre cómo hacer una receta, anímate a cocinarla tu mismo. Arriésgate a probar en primera persona nuevas aventuras relacionadas con temas que te inspiren y te ayuden a aprender nuevas lecciones y conocimientos.
Y, por último, recuerda nunca dejar de aprender porque la vida nunca deja de enseñar.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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