Vivo muy cerca de un estadio de fútbol. No es un gran estadio, pero lo cierto es que recibe a diario la visita o mirada curiosa de los aficionados que por ahí pasan. Y cada cierto tiempo acuden a sus gradas grupos de escolares que, todo hay que decirlo, se lo pasan bomba.
Sin embargo, cada vez que los veo no puedo dejar de preguntarme ¿qué les aporta a estos pequeños aprendices visitar el sitio donde juega su equipo de fútbol favorito? ¿qué aprendizaje pueden sacar de esa experiencia? ¿qué lecciones pueden aprender que les ayude a crecer? Y lo cierto es que no se me ocurren muchas ideas.
La vida es mucho más que experiencias de aprendizaje. Completamente de acuerdo. Sin embargo, lo que yo como psicóloga, un padre o una madre espera de una institución educativa es que sus actividades encierren un conocimiento o una lección que ayude a los más jóvenes a crecer como personas y a dar forma a su visión del mundo.
Lo que se espera de un centro educativo es que organice visitas a museos, zoológicos o fábricas, excursiones en la naturaleza o talleres didácticos en colaboración con otras organizaciones donde los estudiantes puedan desarrollar sus habilidades y ampliar sus conocimientos. Lo que se espera de un colegio es que organice actividades con propósito, actividades que enriquezcan la experiencia educativa y que aporten valor al aprendizaje.
¿Por qué organizar actividades escolares sin propósito no es suficiente?
Hoy día, uno de los aspectos que más se valora de un centro escolar es su programa de actividades educativas. Sin duda, resulta muy atractivo un colegio que organice excursiones, paseos y visitas a lo largo del curso para sus estudiantes. A los más jóvenes les encanta y estas iniciativas son muy populares entre los padres. Sin embargo, cuando se trata de organizar actividades para estimular el aprendizaje, no todo vale.
Planificar experiencias en las que los estudiantes puedan visitar sitios de interés comercial o popular, como en el caso del estadio de fútbol, excursiones con poca o ninguna interacción con el entorno o talleres que se escapen de su nivel de comprensión es inútil y una pérdida de tiempo. ¿Por qué? Porque carecen de un sentido educativo y un propósito que realmente sea significativo para los estudiantes y les ayude a aprender y crecer como personas.
De nada vale organizar una excursión en la naturaleza si no se cuenta con una agenda educativa que permita orientar a los estudiantes en el entorno, les ayude a descubrir lo que les rodea y a establecer un vínculo especial con ese espacio. Lo mismo sucede si trata de una visita a un museo y los guías no son capaces de retener la atención de los más jóvenes y despertar su interés por el arte.
Y es que para que una actividad educativa realmente aporte valor al aprendizaje y crecimiento de los estudiantes debe tener un propósito claro que ayude a los jóvenes a conectar con la experiencia. Y esto no se consigue llenando un programa de actividades, sino diseñando un calendario que responda a las necesidades e intereses reales de los estudiantes. Por eso, es importante que los jóvenes formen parte de la planificación y puedan elegir las experiencias que les resultan más atractivas para que los profesores puedan planificar una actividad realmente significativa.
5 claves para organizar actividades con propósito
Organizar actividades con propósito va mucho más allá de elegir un destino interesante y planificar el viaje. También implica ayudar a los aprendices a conectar con la experiencia, a encontrarle un significado y sacar un aprendizaje que les permita enriquecer sus habilidades y visión del mundo. ¿Cómo lograrlo? He aquí algunas claves sencillas que pueden ayudarte a conseguirlo.
- Escucha a tus estudiantes
Un elemento clave para garantizar el éxito educativo de una actividad escolar consiste en que resulte atractiva para los estudiantes. Si a los más jóvenes no les interesa el arte, por ejemplo, lo más probable es que la visita al museo de pintura moderna que estás organizando sea un completo fracaso. Por tanto, antes de planificar cualquier actividad habla con el grupo y escucha atentamente cuáles son sus intereses y gustos.
Si lo prefieres o no tienes mucho margen de decisión, puedes llevar una propuesta de actividades y dejar que sean ellos quienes elijan las que más les interesa. Hacerles partícipes del proceso no solo les motivará aún más, sino que te ayudará a dar forma a la actividad en sí.
- Despierta su interés desde mucho antes
Existen actividades que resultarán más atractivas a unos estudiantes que a otros ya que depende de sus intereses. Esto tenemos que asumirlo. Por ejemplo, mientras que algunos pueden estar muy motivados por visitar el Museo del Prado a otros puede parecerles una actividad muy aburrida. Sin embargo, incluso en esos casos es posible conseguir que la actividad cobre sentido para los estudiantes si somos capaces de despertar su interés.
¿Cómo hacerlo? Antes de emprender el viaje, coméntales datos interesantes sobre la visita, lo que encontrarán en el lugar o, incluso, háblales sobre personalidades que ya hayan estado en ese sitio. Pregúntales cuáles son sus expectativas, qué esperan descubrir o hacer. También puedes mostrarles algunas fotos o vídeos, leerles algún texto sobre el tema o animarlos a que busquen curiosidades sobre el destino.
- Atrapa su atención nada más llegar
Los primeros momentos de la llegada al destino son cruciales para atrapar la atención de los estudiantes y aumentar las probabilidades de que te presten atención durante toda la actividad. Si desde el inicio están dispersos con todo lo que sucede a su alrededor, difícilmente podrás conseguir que se concentren más tarde. Una buena estrategia para evitar este problema consiste en lanzar una pregunta interesante que llame su atención nada más llegar.
También puedes comenzar con una anécdota o una historia que cautive a los estudiantes o, si lo prefieres, utilizar un dato curioso para que se interesen por lo que hablas. Por supuesto, esta estrategia no te garantizará que se mantengan concentrados todo el tiempo, pero al menos te permitirá iniciar la actividad con buen pie y conseguir que se centren en el momento presente.
- Permíteles que disfruten la experiencia
Cada sitio tiene unas normas de comportamiento que es necesario cumplir. En eso todos estamos de acuerdo. Sin embargo, para que tus estudiantes puedan conferir un sentido a la actividad es importante que sean capaces de disfrutar de la experiencia y conectar, a su manera, con el momento y el entorno. Por tanto, permite que pregunten, exploren y descubran por su cuenta todo lo que les aguarda en el destino.
Permite que expresen sus emociones y puntos de vista, siempre desde el respeto, por supuesto. Deja que interactúen entre ellos, que comenten sus impresiones y pregunten a los profesionales del lugar sus dudas. Si las normas lo permiten, deja que se relacionen con el entorno y pongan a prueba sus habilidades. Déjales ser y hacer.
- Anímalos a reflexionar
Para que una actividad cobre sentido y sea realmente significativa es importante dedicar un momento a la reflexión. Solo así se puede extraer el verdadero aprendizaje y hacer consciente las lecciones aprendidas en la experiencia. Por tanto, planifica unos minutos al final o, si lo prefieres, varios momentos a lo largo de la actividad para invitar a los estudiantes a reflexionar sobre lo que están viviendo.
Pregúntales qué les parece, si pensaban que sería así o cómo ha cambiado su visión del tema tras la experiencia. Anímalos a practicar una reflexión crítica en la que no solo sean capaces de interpretar lo que han vivido, sino también de cuestionarse sus propias ideas sobre el tema, las de sus padres, amigos o la sociedad en general. Incítalos a que saquen sus propias conclusiones.
Crédito de foto: Imagen libre de Pexels
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